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La cultura organizativa, bien diseñada y gestionada, es probablemente la herramienta de gestión más poderosa con la que cuentan los directivos para alinear a toda la organización y alcanzar los objetivos de la empresa.

Este es sin embargo un concepto mal entendido por muchos y puesto en práctica con todas sus consecuencias por un número limitado de empresas, eso si, las que lo han hecho son empresas líderes y que han exprimido el éxito no solo de su capacidad de responder a las demandas de sus clientes, sino sobre todo de la configuración de una organización completamente alineada y comprometida con un objetivo común.

¿Cuales son entonces los elementos básicos de diseño de una cultura corporativa?.

La respuesta es simple; identificar “comportamientos”, dado que su principal función es la de servir de mecanismo de control “ex ante”. Su objetivo es lograr predeterminar como se van a comportar nuestros directivos y empleados ante determinadas situaciones. El máximo valor, sin embargo, se consigue cuando logramos que dichos comportamientos, no habituales en otras empresas, ocurran en la nuestra de manera espontánea, cuando la cultura se convierte en un elemento diferenciador de cara a nuestros clientes, cuando transformamos la experiencia del consumidor haciendo lo que otros nunca pensarían hacer.

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